Emma Thompson y Phyllida Law, madre e hija en la ficción y en la vida real, el actor británico Alan Rickman (21/ 02/ 1946- 14/01/2016) que debutó como director en esta sensible tragicomedia, basada en la obra teatral de Sharman MacDonald, en un gélido pueblo costero de Escocia.
Elspeth ( Phyllida Law), una anciana hiperactiva, intenta consolar a su distante hija Frances (Emma Thompson), una mujer madura, que tras enviudar, ha caído en una profunda depresión.
En paralelo, se describen el primer romance de dos adolescentes – uno de ellos, el hijo de Frances -, las andanzas de dos niños que han faltado a la escuela y la asistencia a un funeral de dos divertidas ancianas.
Las interpretaciones son excelentes. Esta acertada opción por la introspección antropológica se enriquece con una puesta en escena meticulosa, serena y de rica planificación, a la que sólo cabe reprochar breves caídas de ritmo que dejan entrever, por exceso de diálogos y escasez de acción, el origen teatral del argumento. En el resto del film, Rickman disimula este origen con un inteligente empleo simbólico de los bellos paisajes e interiores, magníficamente fotografiados por Seamus McGarvey.
Más reparos presenta el tratamiento de fondo. Su análisis de los grandes temas- la soledad, la familia, el amor, la muerte…-, a lo largo de las diversas edades del ser humano, rezuma sinceridad y buenos sentimientos, pero le falta perspectiva moral y una mayor altura de miras, de modo que cede a veces a un permisivismo superficial ,que además propicia alguna concesión exhibicionista o grosera. Quizá por eso, la película deja un regusto de amargura y opresión; el regusto característico de una visión de la vida poco abierta a la trascendencia.
Jerónimo José Martín. 6 de mayo de 1998.
Fuente- aceprensa
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