RUBEN RADA.

A sus 80 años el músico, que es una de las figuras artísticas de mayor reconocimiento y trayectoria en el país, no niega que el paso del tiempo empieza a dejarse entrever, sin embargo, sostiene que su búsqueda por mantenerse vital es permanente.

Nacido en Montevideo/ Uruguay, el 16 de julio de 1943, Ruben Rada lleva toda su vida entre la música y el arte. Exponente de algunos de los temas musicales más iconos de la cultura uruguaya, como «Botija de mi país» , o «Mi País», el artista ha sabido construir su larga carrera profesional, caracterizada por su gran versatilidad y profunda sensibilidad.

Si bien hoy es uno de los artistas más aclamados en Uruguay, su carrera, tanto profesional como personal, no estuvo exenta de grandes dificultades. Ruben cuenta que el racismo, el hambre y el dolor han sabido ser parte de su vida, así como también el deseo de libertad, el apoyo de quienes lo quieren y la convicción de que la música es lo suyo y que lo va a acompañar toda la vida.En Diálogo con Onajpu, Ruben Rada, cuenta de su vida, de cómo ha vivido el paso del tiempo, de las dificultades y los aprendizajes que llegaron con los años.

¿Qué sentís que el tiempo te haya enseñado?

Lo principal de todo es que, en los momentos en que uno está muy bajo, cuando llega una edad con la que uno empieza con eso de que «ya no sirvo para más nada», es preciso buscar cosas para hacer. Lo mío es fácil porque yo tuve la suerte de tener la música. Entonces cada vez que caigo mucho, compongo una canción triste, una canción alegre, se la mando a mis amigos y mis amigos me dicen «Pa loco, que canción», y eso me levanta el alma y vuelvo a ser Rada otra vez.

¿Cómo fue tu encuentro con la vejez ? ¿ Rada se siente viejo ?

Me siento viejo por las nanas, pero no viejo de la cabeza. Si me ven arriba del escenario, en los programas de Tv, estoy siempre tirando para arriba. Mi mujer me dijo un día que en las flores de Bach yo soy «Agrimonia», porque yo soy un tipo que le gusta que todo el mundo este feliz, pero en el fondo soy triste. Es así, yo soy triste porque vengo de un contexto jodido. Fui tuberculoso, raquítico, con hambre, lleno de complejos por ser negro. Me costó mucho llegar por el tipo de música que hago, después cuando empecé a cantar canciones para defender a nuestro país en momentos difíciles, la carrera se me hizo cuesta arriba. Hasta que en un momento decidí quedarme en Uruguay y grabé «Chacha muchacha» y «Cuando yo me muera», y me fui para arriba de nuevo.

¿Tenés alguna anécdota de la juventud para compartirnos?

Tengo dos, la primera fue que yo iba a la escuela pública Joaquín Mestre, que ahora está en la calle Francisco Simón, en frente había un cine llamado «Cine Premier». La escuela estaba como en un piso un poco más alto que planta baja, pero sin ser un segundo nivel. Desde donde yo me sentaba, daba a una ventana. Me acuerdo de que mi hermano mayor con una caña de pescar ponía un cartelito que colgaba para que yo lo viera y decía: «Te estamos esperando», y yo esperaba que la maestra se diera vuelta y sin pensarlo me tiraba de la ventana para abajo. Por eso no estudiaba nada(se ríe). La segunda es que, en mi casa de la infancia se vivió terriblemente el complejo de negro, por el maltrato que se vivía, no maltrato de pegarte, pero maltrato de que te das cuenta cuando te destratan, al pedir trabajo y te lo niegan por tu color de piel, cuando la gente cruza la calle de noche porque te ven negro, eso me irritaba de gurí. Entonces un día cuando la maestra me puso mala nota, fui y le dije que era porque ella era una racista. Pero la cosa es que, en ese caso, era yo el que no estudiaba, no que ella era racista. Después de 20 años me encontré con la maestra Esperanza y le pedí disculpas. Yo era el que estuve mal, yo traía una cosa fea que me la inculcaron por toda esa discriminación que sentíamos desde niño, pero que no era el caso de la maestra. Todas esas cosas me hicieron fuerte, demoré años en darme cuenta de que el enfermo no era yo, eran las personas que son racistas.

¿Qué aprendizajes te trajeron los años?

Aprendía a cocinar, a divertirme en la cocina. Aprendí a malcriar a los nietos, a rezongar porque las cosas no están donde tienen que estar, ahora me meto en todo lo que comen. Me llaman «Tabárez» acá en la familia, por el técnico de Uruguay. Porque vivo dando órdenes del tipo» ponele más sal», más de esto, de lo otro», entonces soy el director técnico de la casa.

¿Qué cosa clave hizo que Rada sea hoy quién es ?

Primero porque tuve la libertad de mi madre, me dejaba salir a donde quería, me fui a Italia a Europa, a intentar ganarme el peso y mi madre jamás lloró diciéndome «te extrañamos». Es más, una vez, yo había estado dos años y medio en Estados Unidos y me vine a Uruguay, al llegar me dijo: «Qué hace acá «mijo»? ¿extraña el hambre?. Mi vieja quería que yo fuera libre, trató de que yo creciera, jamás me acompañó al aeropuerto para no llorarme, jamás me dijo que volviera y eso me dejo hacer sin culpa. Es difícil salir a trabajar afuera si no está todo bien con los seres queridos que se quedan acá, vi a muchos colegas volver, incluso estando en buen momento afuera, porque sus madres los lloraban.

¿Han despertado algún miedo los años?

Sigo siendo la misma persona de siempre, pero con nanas. Yo me acuerdo de que soy una persona mayor cuando me duele la cintura o tengo reflujo, me he vuelto hipocondríaco, que es algo que viene con la vejez. Pero yo siempre salgo contento, vivo haciendo chistes y bromeando, que sé que es una forma de escaparme, de mostrar que, aunque duela, se puede estar bien.

¿Qué haces con el dolor?

Hablo con mi familia. Hice una gira en Japón a fines del 2021 en la que volví con pánico escénico. Yo, a pesar de que mi mujer es psicóloga, nunca quise ir a uno. Llegué  de Japón y mi mujer me dijo: «tienes que empezar terapia y también que ir al psiquiatra», fui y efectivamente estaba con ataques de pánico. Yo sentía que se me iba el mundo, que me moría, que se desconectaban todos los cables, ahí empecé, a mis casi 80 años, con terapia para tratar la ansiedad. Ahora hace casi un año no tengo más pánico.

¿Y te sentís el mismo de siempre al salir del escenario?

Menos cuando camino, se ríe. Pero sentado en los tambores y cantando, me siento igual, el mismo Rada que empezó en las calles. Lo otro es que yo, hasta hace cinco años atrás no leía ninguna letra, me las aprendía de memoria y ahora tengo una cierta inseguridad que sé que tiene que ver con el pánico y con los años que pasan.

¿Qué sentís que es lo que te hace hoy ser una de las figuras más importantes para el Uruguay?

Yo creo que hice todo lo posible por portarme bien, que portarse bien es difícil en este mundo. Yo no soy muy católico, pero sé que todos somos pecadores, incluso yo. Aprendí a no juzgar, sobre todo a mí. Aprendí muchísimo a respetar a la gente, a ser amigo de los músicos, a colaborar con la gente en las causas difíciles. Me importan mis amigos, saber que están bien. Quienes ven a mi familia, ven que somos una familia feliz, que estamos alegres y que logramos a pesar de ser una familia distinta de un hombre negro con una mujer blanca judía, tener dos hijos maravillosos, más Lucila, mi hija mayor que ella fue quien me hizo padre y sufrió la separación con su mamá. Pero siempre he estado ahí, al lado de ellos. Eso hace que la gente sepa que el negro Rada es un tipo bueno.

Fuente: Textos Clara Vaz.

Licenciada en Sociología. Licenciada en Comunicación.

 

Ruben Rada

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