Hay que visitarlo. Y experimentar la diversidad de sensaciones que albergan las 400 paredes que conforman el Castillo Pittamiglio. Sus recovecos , su simbología referente a la alquimia , uno de los amores de su polifacético dueño, Humberto Pittamiglio, encierran muchos secretos que seguramente se fueron con él a la tumba ubicada en el Cementerio Central donde descansa , como solicitó , en un ataúd de cedro , recubierto con un paño negro especialmente traído de Italia para resguardarlo del efecto de la luz .
Quizás sea parte de un conjuro alquimista lo que hace que el castillo que Humberto Pittamiglio construyó en la década de 1920 sobre por la entonces rambla de Wilson aún haga notar su mágica belleza en una zona de Montevideo abarrotada de ejemplos edilicios de una fea modernidad. Pero el hechizo se rompe al cruzar su umbral .Y hay que apelar a la imaginación para reconstruir cómo se vivía en esa joya arquitectónica que atraviesa la manzana desde la calle Francisco Vidal hasta la rambla Gandhi y que según el inventario realizado con la muerte de su dueño , el 28 de septiembre de 1966 , incluía más de 500 piezas valiosísimas , recuerdos de sus innumerables viajes por Europa .
Ya nada o poco queda de lo que albergó esta construcción realizada bajo las directrices de la alquimia y de los misteriosos deseos de su multifacético dueño : un arquitecto , ingeniero , edil de la Junta Económica Administrativa de Montevideo, miembro de la Asamblea Nacional Constituyente , Ministro Interino de Obras Públicas y propietario con Alfredo Shaw de una empresa que participó de emblemáticas obras como la del Hospital de Clínicas .
Pittamiglio logró juntar una fortuna descomunal naciendo de la más extrema pobreza
Su padre , un zapatero italiano , llegó con su esposa Julia Bonifacino, a principios del siglo pasado, como muchos italianos a «hacerse la América».
Cuentan que Julia significó mucho para Pittamiglio. La sala de música del castillo lleva su nombre , claro homenaje de un hijo devoto.
Formas , símbolos , recovecos
La construcción del castillo se realizó sobre la humilde casa .de sus padres y en terrenos que adquirió a Francisco Piria , su amigo y maestro de alquimia .
Está cargado de leyendas , recovecos , símbolos , pasillos y ventanas que a veces no llevan a ningún lado . En el patio una escalera , llamada de Aries , se corta al precipicio (la Escalera) y simula los cuernos de un macho cabrío o una representación de la unión entre la Tierra y el Cielo.
La Victoria de Samotracia , sostenida por una proa de barco que apunta al mar sobre la rambla , es quizás lo que más identifica al edificio.
Las habitaciones son de diferentes formas geométricas (circulares , octogonales ,cuadradas ), símbolos básicos de los alquimistas , quienes buscaban la transformación a seres mejores a través de un largo proceso espiritual,(alquimia espiritual), o en el laboratorio con la llamada alquimia operativa en la que transformaban metales burdos como el plomo y el cobre en plata y oro.
Una imagen realizada en madera y yeso de un Ángel Anunciador , una del Deseo Encadenado y una réplica de la Piedad de Miguel Angel , junto a bajorrelieves de Diana «La Cazadora», son objetos que destaca Cristina Decia ,directora del Espacio Cultural del Museo Castillo Pittamiglio y encargada desde 2000 de las visita guiadas .La idea , según contó, es restaurar el castillo para que realmente tenga la función que Pittamiglio pidió en su testamento . Él quería que fuera un lugar de puertas abiertas a la cultura , a la gente , por eso lo donó a la Intendencia Municipal de Montevideo, que recién se ocupó de él en 1996 cuando lo dio en comodato a la Asociación de Promotores de la Construcción del Uruguay, ( APPCU)
Olores del pasado
Uno de los lugares habilitados actualmente para los visitantes aún impresiona : dos pequeñas salas con varios pasillos y sinuosidades «forradas» en madera puestas en diferentes niveles desde el piso hasta todo el techo. Decía , que martes y jueves conduce a turistas y curiosos por el castillo , cuenta que en el techo , además de suntuosas arañas en lugar de la pobre lamparita que hoy cuelga , había espejos que jugaban con las diversas formas de la figura humana que se dibujaba con el reflejo, como si fuese un gran caleidoscopio. Pero todo eso es pasado . Así como el olor que los vecinos percibían de esa misteriosa construcción y que finalmente un curioso descubrió provenía de un gran arcón de madera de alcanfor que Pittamiglio solía abrir varias veces al día para perfumar su castillo.
Mercedes Vigil en su libro El alquimista de la Rambla Wilson explica que el castillo no remite a capricho alguno sino que recuerda varias construcciones diseminadas por el mundo y aparentemente levantadas según los preceptos del gran copto,el llamado «divino Cagliostro»; un italiano cuya personalidad generó diversas lecturas : adivino, hipnotizador, médico, filósofo, miembro de una secta religiosa que emparentaba a templarios y rosacruces .
Escribe Alejandra Frutos .