El Kiwi, ave no voladora.

El kiwi es un ave no voladora endémica de Nueva Zelanda que sorprende por una característica única: pone uno de los huevos más grandes del mundo en relación con su tamaño corporal.

Aunque apenas alcanza la talla de una gallina, la hembra puede producir un huevo que representa entre el 20 y el 25 % de su peso total. Este enorme huevo ocupa casi toda la cavidad abdominal antes de la puesta, desplazando órganos internos y obligando al ave a reducir su actividad y su alimentación durante los días previos.

Desde el punto de vista evolutivo, este desproporcionado tamaño tiene una función adaptativa. Al vivir en el suelo y carecer de capacidad de vuelo, el kiwi necesita que sus crías nazcan con la mayor independencia posible. Por eso, el embrión recibe una cantidad enorme de nutrientes dentro del huevo, lo que le permite nacer completamente emplumado, con buena vista y capaz de alimentarse por sí mismo. Así, aumenta su posibilidad de sobrevivir en un entorno lleno de depredadores.

El proceso reproductivo también es excepcional. La formación del huevo puede tardar cerca de un mes, durante el cual la hembra transfiere calcio de sus huesos, para crear la resistente cáscara. Tras la puesta, el macho suele encargarse de la incubación, que puede prolongarse entre 70 y 85 días, una de las más largas del reino aviar. Cuando el polluelo nace, no recibe alimento de los padres: sobrevive con las reservas del saco vitelino hasta que aprende a buscar comida.

Más allá de su peculiar reproducción, el kiwi es un ave con rasgos casi mamíferos: plumas suaves como pelo, temperatura corporal baja y un olfato desarrollado con fosas nasales en la punta del pico. Este equilibrio entre fragilidad y adaptación, convierte al kiwi en un ejemplo notable de cómo la evolución puede llevar al límite la biología para garantizar la supervivencia de una especie.

Fuente—-La Biblioteca del Ermitaño. Por Magdalena Reyna. (Moderador).

Fotografía— Apteryx.

Guper.

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