Nació un 27 de mayo de 1877 en San Francisco, Estados Unidos. Murió con medio siglo vivido, el 14 de septiembre de 1927 en Niza, Italia.
Es reconocida como la creadora de la danza contemporánea y vivió la vida de una mujer revolucionaria, fuera de su tiempo. Perdió a sus dos hijos en un accidente tan inverosímil como el que la mató, envuelta en su propia ropa.
Su muerte fue de película. Fotográfica. Dramática. Desesperadamente evitable. Una tontería de la moda estrangulando a la estrella de la danza del momento. La frívola chalina de seda que ondea en el viento, resulta el arma mortal. Un mecánico italiano al comando de un descapotable, el cómplice necesario.
La muerte de Isadora Duncan (50) quedó estampada en el imaginario colectivo, como una obra macabra de un destino que había estado regado de lujos, charme, ostras y champagne tanto como desdichas y pérdidas insoportables.
El destino amanece.
En su vida las tragedias se complotaron contra ella y la fueron cercando en cada etapa. Dicen que en sus primeros años de vida, su casa se incendió, ella fue arrojada por la ventana a los brazos de un policía. El fuego la marcaría y nunca habría olvidado esas hirvientes lenguas anaranjadas. Había perdido lo poco que era su todo.
A los 18 años empezó a actuar en clubes nocturnos, habiendo estudiado ballet. Saltaba descalza, con desenfado, enfundada en una túnica suelta. Era única y todos empezaron a percibirlo. Ya no es ballet clásico lo que ella interpreta, es ella la que crea la danza contemporánea.
Su nuevo destino fue Nueva York, donde ingresó en la compañía de teatro del dramaturgo Augustin Daly. Sabía muy bien lo que quería.
Isadora baila ante la nobleza inglesa y los artistas franceses. Viaja por Alemania, Austria y Hungría. En 1901 firma un contrato que la pone sola sobre un escenario. Éxito total.
En 1904 Isadora llega a Rusia y enloquece al público de Moscú y San Petersburgo.
La noche del 14 de septiembre estaba fresca, sin embargo decidió subir de copiloto en un hermoso auto descapotable luciendo una enorme chalina, el conductor aprieta el acelerador y la chalina se eleva en el aire y ondulando envuelve el cuello de Isadora en una de las ruedas traseras, una señora lo ve a lo lejos y grita… pero el ruido del motor impide que Isadora o el conductor escuchen nada…son instantes. La tela roja en su baile mortal oprime el cuello, fractura la columna y cercena la carótida de Isadora. Su cuerpo termina estampado sobre la vereda. El auto detiene su marcha……
Fue incinerada y sus cenizas depositadas en el cementerio parisino Pére Lachaise. La autobiografía de Isadora Duncan no demoró en ser publicada.
Fuente- Infobae. (Fragmento).
Por – Carolina Balbiani
Imagen- Pinterest
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