Jane Wilde y Stephen Hawking. La dura realidad.

Los otros días me encuentro con un artículo , donde  se describe la dura realidad de la esposa de Stephen Hawking, Jane Wilde, ambos se conocieron en la Universidad, ella postergó su vida por muchos años hasta que Hawking la cambió por una enfermera que al principio lo trataba con amor y luego  lo destrató de una manera brutal, dejándolo sucio y abandonado. Les relato  lo que escribió el señor  Roy Galan.

Comienza así: «Jane Wilde se enamoró de Stephen Hawking a los 19 años y se casó con él poco después sabiendo que Stephen tenía ELA con un pronóstico de vida de dos años.

En la salud y la enfermedad.

Jane custodió la materia de su marido durante veinticinco años, como si sus cuerpos y los de sus tres hijos, hubiesen formado una inmensa pangea de carne.

Le dio todo, lo mejor de sí misma, es ese acto obsceno, kamikaze, que es el sacrificio del tiempo propio por los demás. Ese tiempo que es la certeza que tenemos aquí, ese que nunca regresa, ese que es tan breve, ese que siempre se va.

La gran pregunta es si Stephen hubiera renunciado a descubrir el Universo para cuidar de Jane. La historia, con minúscula, nos cuenta que probablemente no. Un «genio» no puede malgastar su vida en cuidar de lo mundano porque lo épico, lo universal, lo que da prestigio, jamás está en lo doméstico. De suceder al contrario, Jane hubiera acabado siendo atendida por su madre, o por sus hijas, o por una mujer precaria y, en ausencia de mujeres, por una institución.

Si Stephen Hawking pudo observar las estrellas fue gracias a que tenía a alguien que le limpiaba el culo, porque cuando estás cagado no tienes ganas de mirar el cielo. Después de un cuarto de siglo, Stephen, abandonó a Jane sin darle explicación alguna. Nada. Después de que ella hasta pensara en suicidarse, durante su matrimonio porque él necesitaba tres grandes comidas al día, porque a veces se pasaba días sin comunicarse con ella o con sus hijos, así son las mentes » brillantes».

Un hueso que se fractura y que luego puede soldarse. Ese, y no otro, es el primer signo de la civilización: los cuidados. Porque sin ellos la vida no es posible. Por eso es necesario poner en valor y reconocimiento a todas esas personas invisibles como Jane, que nos dieron una posibilidad, que se endeudaron para que el mundo siempre estuviera preparado para cuando otros llegaran. A las que nos dieron la posibilidad de existir, que nos proporcionaron un espacio y un tiempo para que pudiéramos crecer, enfadarnos, celebrar, llenarnos de tristeza y vivir.

Stephen ha pasado a la Historia, con mayúscula, como el científico más importante después de Einstein. Jane lo hará como su exmujer.

Que cuidar incumbe a todos, debería estudiarse junto a la Física porque es igual de relevante. La capacidad de amar, de lo colectivo y lo común, de lo que nos mantiene y nos hace permanecer, no entiende de teorías. El amor no puede reducirse a lo dicho porque al decirlo, desaparece, por eso el amor hay que hacerlo. Stephen ha alcanzado la inmortalidad intentando explicar el funcionamiento de algo lejano en el exterior, algo que desconocíamos, algo que se observa con un telescopio, pero hay cosas que hay que mirar con un microscopio, cosas conocidas, la ternura y los gestos que nos recuerdan   nuestra mortalidad.

Algún día, quién sabe, tal vez la humanidad entienda por fin en donde se encuentra la única y auténtica genialidad.

Es en cómo nos tratamos.

Fuente- Roy Galan.

Fuente- Efraín Leclere Venegas.

Imagen

Foto- Somos Cosmos en X

Guper.

 

Deja un comentario