Cuando en 1997 se estrenó Titanic, la actriz Kate Winslet recibió un aluvión de críticas e insultos con respecto a su peso.
Incluso se decía «de broma» que ella hundió el barco por gorda.
Daba igual lo bien que estuviera Kate en la película, lo buena actriz que era (que era y es) o la entrega y esfuerzo en su trabajo.
Lo único que importaba de ella era su físico.
El mundo no podía soportar que la protagonista de una película romántica no tuviera talla 0.
Ni unos brazos y muslos escuálidos.
El mundo no podía tolerar que «Leonardo» se enamorara de ella.
Le resultaba increíble que se fijara en ella. Es que no pegan.
Pero en esta afirmación lo que iba implícito era que ella era «demasiado grande» para él.
Imaginen todas esas chicas que vieron Titanic aquel año en el cine.
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