En el consumo de drogas hay dos negocios. Uno para poca gente de mucha plata, la cocaína, y otro para mucha gente de poca plata, la pasta base. La producción del producto está a cargo de los mismos. El abastecimiento, miles. Los adictos también miles y cada vez más, ya que ningún adicto dejará de consumir porque cierren una boca o decomisen toneladas. El narcotráfico, llamado así por los que compran la producción y la distribuyen, no dejará de existir mientras alguien la produzca y otro la consuma. Entonces, en lugar de combatir las plantaciones colombianas, bolivianas y las privadas, en lugar de trabajar en un profundo y estudiado plan de salud y prevención para los adictos o potenciales, se cae en la guerra contra los intermediarios, el narcotráfico. Y no estoy hablando solo de nuestro país. En el fondo es una manera de seguir manteniendo la misma situación, (supuestamente)con control.
El lavado de las fortunas de recaudación se invierten mayormente en el rubro edilicio, generando una no despreciable suba de la ocupación laboral. Nadie lava lo que no está sucio. El dinero negro invertido puede ser mucho más que el legal recaudado, y siempre será un buen negocio. Esto genera dos aspectos que tienen que ver con la inseguridad: la guerra entre narcos por los territorios, y la falta de dinero para consumir. El comienzo del consumo de drogas pesadas generalmente nace en el consumo de la marihuana. Entonces me pregunto a qué vino a nuestro país a brillar de tal manera esta sustancia. Ya no hablemos de su legalización. Ya no hablemos de su consumo y sus consecuencias. Lo que no entiendo es el protagonismo mediático que ostenta. Hace más de tres años que no hay prensa diaria o semanal, noticioso o programa periodístico que cuasi cotidianamente no aborde el tema.
El rescate en el fondo de la bolsa de la regulación de esta sustancia, a competir con los asuntos más importantes que puede tener el Uruguay, es realmente insólito. La promoción que se ha hecho por la legalización llevó aparejada la del producto. La exposición visual de la droga, cualquiera, en los medios, raya en lo pornográfico. Y no faltaron algunos notorios mostrando sonrientes su inscripción, además de algún spot publicitario. La pregunta es por qué ocupó tanto lugar, no por qué la legalizaron. Para la cautela que merece el tema hubiera alcanzado con una simple noticia de una semana de rating. Entre los que no se atrevían y los busca experiencias, vaya uno a saber cuántos uruguayos más hay en las habituales colas frente a las farmacias que optaron por venderla, paradójica exposición cuando se pretendió suma discreción. A qué vino esta nube, justamente, de humo. ¿ Cuál era la necesidad de que esta ley ocupara un aparente vacío mediático en el pueblo uruguayo?. La atención pública es una sola. Si un tema absorbe o invade, quita interés a los demás. ¿Qué van a hacer ahora que no alcanza la comida para alimentar al gorila que creyeron monito y que no sabe si los bancos están autorizados a recibir dinero del cannabis?. Una increíble revelación después de tres años de trámites, cuándo era lo primero. ¿Y que hacen los cientos de uruguayos que antes vivían ajenos y hoy no saben dónde comprar lo que les invitaron a probar?. La respuesta es obvia. Irán a escondidas al puntero, que ya debe estar pidiendo mucho más a su proveedor. Quitarle lugar al narcotráfico. Blanqueado de dinero. Es lo mismo que si el Estado se pusiera a robar para quitarle lugar a la delincuencia. Y no me vengan a rebuscar positivas consecuencias del consumo de marihuana. No las tiene.Natura, además de sabía, es equilibrio, por eso toda alegría artificial trae como consecuencia una tristeza natural. Es ahí donde se precisa otra vez. Y nadie crea que no sé de lo que hablo.
Fuente : Diario El País.
Sr. Joaquín Winkler.
Montevideo. Uruguay.