Estrategias de las tabacaleras para atraer a mujeres .
Es fácil distinguir a un auténtico fumador, de los de tos con carraspera y pulmones ennegrecidos. Sobre todo a primera hora de la mañana. Baja del metro o del autobús con el cigarrillo tímidamente sujeto en una mano que, si la observas, comprobarás que casi esconde. Si luego miras al sujeto a los ojos, su mirada te transmitirá un “no me juzgues”. A veces apenado, a veces hostil. El fumador se sabe en minoría y se sabe, en cierto modo, inaceptado e incluso despreciado. Es una víctima sobre la que muchos echan sus fuerzas, ya sea desde el discurso obvio, desde la pena o incluso desde la bronca. Y los verdaderos culpables siguen vendiéndonos moralidad, impunes a nuestros ojos mientras se lucran con los beneficios que esta adicción les reporta.
Justo en estos días ha saltado a los medios una curiosa noticia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha denunciado un nuevo intento de la industria tabacalera para captar adeptos. En este caso, mujeres. Se crean marcas y mensajes específicos para ellas. Dicho sea de paso, muy influenciados por los grandes tópicos femeninos: glamour, sofisticación, estilo, delgadez… Y otras patrañas. Con esta carta de presentación intentan pisar fuerte en los países en vías de desarrollo, mercado en el que se quieren imponer con el éxito que en occidente cosecharon antaño.
La OMS, probablemente con el beneplácito de gran parte de la población, se ha llevado las manos a la cabeza. “Es hora de que el mundo se levante contra estas atracciones fatales de la industria tabacalera”, afirman en plan heroico. ¿Se puede ser más hipócrita?
Las tabacaleras ya no pueden hacer negocio en los países desarrollados, pues las campañas antitabaco cada vez calan más hondo en la población y han perdido clientela. Aquí no pueden hacer publicidad y, aún por encima, puede que se vean obligadas a estampar pulmones podridos en las cajetillas. Sin embargo, siguen siendo empresas legales y de las más poderosas del mundo. Y cualquier empresa legal del planeta haría lo mismo: buscar nuevos mercados e idear campañas para mantener el negocio en marcha. “De los más de 1.000 millones de fumadores que hay en el mundo, aproximadamente un 20% son mujeres”, afirma esta noticia reflejada por el Diario Vasco. Pues, obviamente, a por ellas van los magnates de cabeza. La estrategia es ruin y despreciable porque se trata de tabaco, pero si estas empresas actuan así es porque tienen la libertad para hacerlo. Es ridículo permitir la existencia de algo y quejarse porque ese algo se comporta tal y como cabe esperar.
La paradoja del tabaco es, quizás, una de las mayores controversias de nuestros tiempos. Nos hemos acostumbrado a culpar y a penalizar al pez chico, al fumador adicto o que escoge hacer con su vida lo que le viene en gana. Mientras, los verdaderos culpables recaudaron 9.266 millones de euros en 2008 gracias al tabaco, lo cual sumó un total de más de 70.000 millones en diez años. El 80% del importe de una cajetilla de tabaco son, de hecho, impuestos. Reto a todos los fumadores a abandonar su vicio a la vez… ¿Qué sucedería?
Gobiernos y empresarios del tabaco navegan, en realidad, en un mismo barco. No conviene que dejemos de fumar, pero poner trabas al fumador y vender falsa moral es suficiente para crear el espejismo de un interés real por nuestra salud. Sería tan fácil como, por ejemplo, penalizar el uso de substancias adictivas para su elaboración. La excusa de “la atracción de lo prohibido”, tan manida para justificar el no ilegalizar este producto, quedaría invalidada. Y, a la vez, sería un producto menos nocivo y más natural. Un placer que se escoge y no una sustancia adictiva. Pero ni esto, ni nada que realmente permita cortar el problema de raíz sucederá jamás. Porque para las tabacaleras y para todos aquellos que nos dirigen la solución sería el mayor de los problemas.
Aprovecho la ocasión para recomendar la película Gracias por fumar (Thank you for smoking), en la que la libertad de escoger y la falsa moral que envuelve este tema -y a tantos otros- es abordada con ironía y sentido del humor.
Fuente: Diario Vasco y Expansión.
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